La historia del aceite de oliva se desarrolla de forma paralela a la del cultivo del olivo. Los primeros indicios de la presencia del olivo en las costas mediterráneas españolas coinciden con el dominio romano, aunque fueron posteriormente los árabes los que impulsaron su cultivo convirtiendo a España en el primer país productor de aceite de oliva a nivel mundial. Sin duda alguna, la necesidad de disponer de aceite de oliva por parte de la población, así como las dificultades de transporte en aquella época, contribuyó a extender el cultivo de olivo.
 
Realizando un salto importante en el tiempo, el sector del aceite de oliva entró en crisis al acabar la Guerra Civil Española debido a la política intervencionista del régimen y más concretamente al contról excesivo sobre la producción del aceite que perjudicaría a los productores catalanes quienes toparon con una imposición de precios que no cubría el coste de la mano de obra y la producción de aceite de oliva de calidad. De la misma manera, la política franquista prohibió la exportación de los aceites al mercado internacional, ofreciendo así una ventaja competitiva a los productores italianos.
 
Pero fue en 1986, con la entrada de España en la Comunidad Europea (hoy Unión Europea), así como las ayudas y subvenciones a la producción de aceite de oliva, que impulsaron nuevamente la industria del aceite, permitiendo una importante renovación tecnológica que tendría un impacto directo sobre la calidad de los aceites.